Las plantas de producción de energía eléctrica que utilizan combustibles fósiles basan su principio de funcionamiento en la obtención de calor mediante la quema de esos combustibles para hervir agua y generar vapor. El vapor de agua se dirige hacia los álabes de una turbina que, a su vez, acciona el rotor de un generador para producir electricidad. Este procedimiento, basado en la Ley de Faraday, se ha generalizado a lo largo del siglo XX y mediante él hoy en día se obtiene el 85 % del total de la energía eléctrica producida en el mundo. Las consecuencias que tiene la quema de esos combustibles sobre el clima son sobradamente conocidas.
Pero hay alternativas que no precisan de la quema de combustibles fósiles para obtener electricidad. Las energías renovables (hidráulica, eólica y solar) pueden mover las turbinas de un generador recurriendo a otros procedimientos. En este artículo describiré una de las tecnologías más modernas y con un cierto potencial de futuro: la energía termosolar.