No pasemos del estado de alarma al estado de vergüenza. La incertidumbre es lo más temido por los economistas. Para intentar minimizarla, se elaboran presupuestos, planes de contingencia, escenarios posibles… Pero es imposible prever las catástrofes naturales o, como en la situación actual, una pandemia de la magnitud de la que tenemos (imagínense lo que son estas dos situaciones seguidas, como ha pasado en zonas de España con las inundaciones del pasado mes de enero).
Mientras el coronavirus se extendía por China, en Europa y, en general, en todo Occidente lo veíamos muy lejos y con una cierta, aunque ligera, preocupación. Cuando llega a Italia, en muchas empresas españolas se empiezan a elaborar escenarios y planes que permitan vislumbrar cómo pueden aguantar las empresas según se vaya desarrollando los acontecimientos. Es previsible que los diferentes gobiernos, que tienen más y mejor información, y probablemente más personal, hicieran lo mismo… o no.