Episodios trágicos como el vivido la semana pasada en la calle Toledo, en el centro de Madrid, con la explosión debido a una fuga de gas –hipótesis más probable que manejan los peritos e investigadores hasta la fecha– nos conducen de manera habitual a abordar la importancia del mantenimiento adecuado de las instalaciones y aparatos, en este caso de calefacción y gas.
Como ocurre con los coches, velar por el buen estado de los equipamientos es una condición fundamental para moverse con seguridad; por ello, de manera periódica nos dirigimos al taller con objeto de realizar las acciones precisas para que nuestro vehículo no sea un peligro para ocupantes y terceros. Nos duele el bolsillo, pero es un elemento que salva vidas y bienes.
Del mismo modo, los consumidores deben asumir que la revisión de sus instalaciones de gas y calefacción –por no citar otras como los sistemas eléctricos– supone una obligación ineludible, ya que, además de la seguridad, su buen funcionamiento nos permitirá ahorrar más en la factura energética. Los equipos que no funcionan correctamente suelen gastar más.

De todo lo anterior se pueden extraer varias derivadas sobre las que merece la pena reflexionar y que resumo a continuación.
El trabajo del instalador, esencial
Un primer factor es la esencialidad del trabajo del instalador, cuya actividad es fundamental para que tanto viviendas como otro tipo de edificaciones (desde hoteles a industrias, pasando por hospitales u oficinas) estén en las mejores condiciones de habitabilidad, eficiencia y confort.
Además, el personal que realice estos trabajos debe ser un profesional autorizado o acreditado que cumpla con todos los requisitos que marca la legislación –estatal y autonómica–, con los conocimientos técnicos apropiados; una formación cualificada se revela esencial. A lo que se une un elemento muy importante: el seguro de responsabilidad civil.
Se trata de una reclamación insistente por parte de las asociaciones sectoriales desde hace tiempo. Echar mano del cuñado de turno o el ‘chapuzas’ del barrio no es una buena idea cuando hablamos de aparatos eléctricos o sistemas de calefacción y calderas. No es que sea una práctica muy extendida, pero los representantes de entidades denuncian que el intrusismo es una lacra que la pandemia no ha frenado.

Concienciación del ciudadano
Por ello, un aspecto fundamental es la concienciación del ciudadano. Los usuarios deben ser cada día más conscientes de que el precio que se paga por una reparación o resolver una incidencia técnica juega a favor de su seguridad y su salud.
Además, el consumidor también debe saber que el estado de los equipamientos de su vivienda está bajo su responsabilidad; en este sentido, está obligado legalmente a velar por el mantenimiento de las instalaciones. Otra cosa es la modalidad y empresa que elija para llevarlo a cabo.
Huir del alarmismo
Por último, y en esto el gremio de periodistas debemos hacer autocrítica, la labor de los medios de comunicación es un factor que muchas veces contribuye a arrojar poca luz sobre estas cuestiones. Se confunden conceptos y se busca el impacto inmediato; e incluso, como en el accidente de Madrid citado en el primer párrafo, se llega a hablar de que las calderas ‘explotan’.
Creo que, tanto en radio y TV –con más razón por ser los más masivos– como en los canales digitales y redes sociales, se debería huir del alarmismo y del contenido sensacionalista. Algo difícil de poner en práctica en el mundo en que nos movemos; la urgencia de un titular o de un tuit por captar la atención (en forma de clics o interacciones) nos lleva a desviar el foco de lo verdaderamente importante: informar de manera precisa y clara, sobre todo al consumidor final.
¿Qué medidas serían más efectivas a la hora de que el usuario se concienciara más de la relevancia del mantenimiento?, ¿qué sería más útil para reducir el intrusismo? Se admiten sugerencias.
Os deseo todo lo mejor para este año, sobre todo salud. Cuidaros y extremad la prudencia en este contexto de expansión de la pandemia.
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