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Jamonas y chorizas

Por José Carlos Vicente

¿Y si en lugar de vender jamón vendemos jamonas y chorizas? Aunque de entrada no lo parezca, esta es una reflexión a estudiar. Cómo vender más jamón es una de las preguntas que revoloteaba en el Palacio de Congresos de Toledo durante los tres días que duró el Congreso Mundial del Jamón Curado. Aunque hubo muchas respuestas bien argumentadas, yo me quedé pensando en una anécdota que comentó el profesor Carlos Buxadé en la primera ponencia del Congreso. Un detalle que, bien trabajado mediante Comunicación y Marketing, generaría como mínimo ruido mediático.

La historia en cuestión aportada por Buxadé era que, en tiempos de ocupación musulmana y Reconquista cristiana, en los que en la península convivían en muchas zonas gentes de ambas religiones, los seguidores de la media luna veían cómo sus vecinos de la cruz se regocijaban con las bondades del jamón. E intuían que éstas, por su alborozo y exclamaciones, debían ser muy abundantes y placenteras.

Y como el ser humano, tenga la religión que tenga, sigue la máxima de ‘si lo veo lo quiero’, ellos también anhelaban refocilarse probando ese manjar. El problema estaba en algunos versículos del Corán como éstos:

  • “Sepan que Alá les ha prohibido consumir solo la carne del animal muerto por causa natural, la sangre y la carne de cerdo” (Corán 2:173);
  • “La carne de cerdo es una inmundicia” (Corán 6:145)

En principio, más claro, agua.

Sin embargo, en esos mismos textos (y en el Derecho) se encontraba la solución que buscaron algunos (parece que se me empieza a pegar algo de Javier Fernández, mi compañero de columna de Blog).

Aunque dudo mucho que en aquellos años hubiese muchos habitantes de pueblos peninsulares que dominasen la interpretación de textos legales, sí que su lógica (y sus ansias de gozo pernil) les llevó directos a lo que se llama Principio de legalidad. La manifestación primera y esencial del Estado de Derecho asegura el imperio de la Ley como expresión de la voluntad popular y, resumiendo mucho, tiene dos interpretaciones básicas:

  • Vinculación Positiva: Se considera que la norma es el fundamento previo y necesario para realizar una acción. Por lo tanto, en ausencia de tal norma, esa acción debe ser considerada como prohibida.

Lo que no está permitido se considera prohibido.

  • Vinculación Negativa: Se considera que la norma constituye un mero límite a la acción del sujeto. Por lo tanto, se puede realizar cualquier acción siempre que no contradiga a la norma en cuestión.

Lo que no está explícitamente prohibido, está implícitamente permitido.

Por poner un ejemplo que todo el mundo entenderá. En un hogar familiar los padres escogen la primera interpretación, mientras que en los hijos esgrimen la segunda.

Volviendo al siglo XV, dado que son interpretaciones y se puede elegir, los que querían encontrar un resquicio para jaranear con jamón escogían la segunda, ‘deduciendo’…

Puesto que en todo momento se habla del cerdo y no de la cerda, no está explícitamente prohibido comer jamón de cerda, por lo que está implícitamente permitido”

Dicho lo cual, pasaban al acto de solazarse con ‘jamonas’.

Así que ahí lo tenemos. ¿Por qué no vendemos jamonas, chorizas, salchichonas…?

A ver, tengo claro que como historia genera una sonrisa, pero dudo mucho que te puedas presentar en países de religión musulmana con el argumento de que las cerdas no están prohibidas.

Sin embargo, regresando a la pregunta más formulada en el Congreso del Jamón, ¿Cómo vender más jamón?, ahí esta historia sí ofrece respuestas, muchas de las cuales se dieron en el Congreso. Otra cosa es que calaran. Yo voy a dar tres:

  • La denominación del producto (Jamón, Ham, Spanish Ham, etc, por no meterme en profundidades ibéricas y serranas) es mucho más importante de lo que parece por todo lo que da a entender, y el sector no ha encontrado aún un consenso común. Solución que sí han dado otros a los que, de entrada, parece que no les ha ido mal (Prosciutto, Sushi…).
  • El público asume mejor historias que datos fríos. El champán no se popularizó por su grado de acidez, la calidad de su uva o el tipo de barrica. Lo que caló fue que era la bebida de las celebraciones, de los ‘ricos’, de la alegría… Hay que construir un relato sólido del jamón. Algo que llegue y se reconozca en cualquier parte del planeta. Y eso es labor de todos y de largo recorrido.
  • ¿Por qué no probar de verdad lo de las jamonas y las chorizas? Nunca se sabe, ¿verdad?
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