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A salto de Influenciador

Por Aitor Peña

En los albores de los años 50, los poderes fácticos aún recaían en la Iglesia y el Ejército. Pero tras varias explosiones culturales (la de Mao fue más implosiva que otra cosa), los primeros influencers surgieron como artistas o intelectuales interesados en la promoción de la cultura. Prescriptores de causas sociales y revolucionarias doctrinas políticas que buscaban equidistancia colectiva.
Pensadores con inquietudes existencialistas como Sartre y Camus, escritores rebeldes como Ginsberg, Kerouac, Burroughs; músicos como The Beatles, Stones, Who y las canciones protesta del escurridizo Nobel Dylan, o Baez. También el lenguaje de Kubrick y Kazan, Cahiers du Cinéma y la Nouvelle Vague de Godard y Truffaut. Estos sí que influenciaban y sumaban adeptos entre jóvenes iracundos y burgueses inquietos.
Pero apareció “world wide web” y las social networks. Extrañas comunidades de perfiles intangibles que comparten/intercambian intereses, hobbies, amistades e información. Y el más avispado del site hizo más “amigos” virtuales que ninguno convirtiéndose en un moderno influenciador. Consigue tal cantidad de seguidores que, a pesar de enmascarar la credibilidad en un tema concreto, llega a convertirse en un prescriptor interesante para una “marca” comercial.
Así que pronto llegó el mercantilismo también a las redes sociales, donde lo único que suma es tener un clic más que tu competidor. Suficiente para hacer que un negocio consiga más popularidad y visibilidad online, e incrementar la audiencia en Twitter, Instagram y LinkedIn. Incluso influir en decisiones de la gente para convertirlos en clientes. Y algunos fabricantes de neumáticos ahora también se benefician de estas comunidades.
Michelin se acerca al joven conductor a través del manifiesto #TrendyDrivers para cambiar tendencias y la iniciativa “Persigue tu sueño, Supera los obstáculos” de Bridgestone reclamó a bloggers, youtubers e influencers del mundo del deporte. Son algunos casos de éxito en el neumático.
Es un camino diferente de promocionar y buscar nuevos nichos de mercado, que a veces desplaza a expertos cronistas de grips en circuitos de prueba, por supuestos influenciadores. Quedando muy cool, ¡eso sí!. Pero “la influencia” es siempre un valor cualitativo, independiente de la cantidad de seguidores que se tenga. Así que mejor vigilar en manos de quién y cómo se deja la comunicación de la empresa.
Inmersos en esta “epidemia social”, yo también alimento mi post. Pero cuidado, que crecer tanto con un blog y en las redes sociales puede tener como desenlace convertirse en un influencer. Aunque siga prescribiendo el Free cinema de If…, y su sátira de lo establecido.

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