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¡Póngase en pie la logística! Veredicto: culpable

Por Ricardo J. Hernández

Los británicos están que trinan porque les falta pollo. Algo así como si a los alemanes les faltaran salchichas o a los franceses croissants: una verdadera tragedia. Y la logística está en el ojo de este huracán.

El gigante norteamericano KFC, la franquicia internacional creada por el coronel más famoso de la comida rápida, tiene en las Islas Británicas su segundo mercado. Una red de 900 restaurantes que sirven básicamente pollo a los hambrientos ciudadanos ingleses, galeses, escoceses e irlandeses, sin importar si son unionistas de la isla verde, europeístas o brexistas. Si llevan falda o pantalón. El pollo les hace iguales. Una devoción que ha producido algunos altercados esta pasada semana como consecuencia de la falta de existencias en más de 700 de esos restaurantes, la mayor parte de los cuales ha debido cerrar. Y sin pollo no hay paraíso, deben pensar muchos británicos.

Y del lío que se ha montado –un auténtico “pollo”, no me puedo resistir a decirlo- se señala como responsable nada menos que al gigante de la distribución y la logística DHL, que habría asumido hace una semana la distribución de pollo fresco a esos 900 puntos, sustituyendo al anterior distribuidor y centralizando sus operaciones en una plataforma logística en Rugby, al noroeste de Londres.

“Fallos operacionales” y algo más

El operador logístico admite “fallos operacionales”, su cliente, KFC le disculpa públicamente de forma casi paternal –algo que resulta llamativo- y el resto son especulaciones, rumores y desinformación: que si el problema es tecnológico, de un fallo en la instalación que debe procesar los pedidos; que si legal, la plataforma debería haber solicitado un permiso que no tiene; que si laboral, hay una huelga encubierta en el origen de la producción de la materia prima; o que si de tamaño: la operación no debería haberse llevado a cabo inicialmente de una vez, dado el volumen y dispersión de los puntos de entrega.

En todo esto me llaman a la atención varias cuestiones:

  • La pasión de los británicos por el pollo que ha hecho de esta noticia viralidad.
  • La escasez de concreción del operador para explicar la crisis, lo que dispara las especulaciones y hacer correr las falsas noticias, casi siempre peores que la realidad.
  • El apoyo público y la comprensión del cliente, en este caso KFC. Sorprende porque no suele darse y da que pensar sobre su propia responsabilidad directa en el diseño de la operación.
  • La persistencia de la crisis, que en una semana transcurrida, aún no se ha resuelto completamente.
  • Y, finalmente, lo fácil que resulta el linchamiento al logístico –a este o a cualquier otro-, del que nadie se acuerda ni aplaude cuando cada día y cada hora lleva a cabo a plena satisfacción operaciones como esta o incluso más complejas, allí y en todo el mundo.

Seguramente DHL no ha hecho las cosas todo lo bien que debiera y que por su trayectoria se le supone. Pero me huele –y no a pollo- que hay algo más en este embrollo. A falta de una información única y veraz, lo fácil ha sido mirar sólo hacia un lado del problema: la logística. Veredicto: culpable.

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