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Mirar para otro lado

La mayoría de las empresas más cotizadas del mundo y de más proyección, no existían hace una década y muchas de ellas ni siquiera hace cinco años. Mientras otras, con decenios de historia y trayectoria, las han pasado canutas para sobrevivir a la crisis –y no pocas han perecido en el intento- esas  nuevas empresas, con una fuerte impronta tecnológica, no paran de crecer.

Su “truco”, si es que puede llamarse así, no ha sido hacer más y mejor, ni siquiera producir a más velocidad o un mayor surtido. Su acierto ha estado, primero, en ofrecernos algo que nos hace la vida más sencilla –o al menos lo parece- y, sobre todo, en inventar algo que no existía o hacer algo que nadie había hecho antes. Mirar para otro lado.

Nos habíamos acostumbrado a la “estrategia japonesa” del siglo XX de copiar y mejorar sin avanzar en nuevas direcciones, hasta que un puñado de jóvenes irredentos sin más bagaje que las ideas (¡cuidado con pensar!) han puesto nuestro entorno patas arriba: Internet, comercio electrónico, intercambio libre de información, redes sociales, etc.

La dificultad para seguir esta senda puede estar en la juventud y la genialidad. Por la primera casi todos pasamos brevemente; por la segunda, muy pocos. Pero no. En realidad, la dificultad estriba en tener el atrevimiento de desmontar –ojo, no dinamitar- las estructuras casi decimonónicas e inmovilistas de empresas y administraciones y, por encima de todo, en la INCAPACIDAD de hacernos esta pregunta de manera constante ¿Y, por qué no? Por qué no cambiarlo, por qué no intentarlo, por qué no hacerlo de otra forma, por qué no… Eso, en lugar de lamentarnos por no crecer ni obtener beneficio de nuestro vetusto negocio o de enfurecernos por no entender nada de nada de esa nueva realidad que nos rodea y que ha venido para quedarse. Lo que no significa que todo lo nuevo sea bueno.

Reconozcámoslo o al menos pensemos en ello: a la mayoría nos cuesta salir de la zona de confort. Por eso nos resulta difícil entender y participar de este nuevo entorno ¿O no?

Les dejo con esta reflexión hasta septiembre. Mis neuronas recalentadas no dan para más y mis fuentes informativas se han tomado un descanso. Y yo Sinfuentes, quiero decir, sin fuentes, sí me voy de vacaciones.

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