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Me lo dices o me lo cuentas

La economía de mercado no descansa, especialmente en épocas de bonanza. El dinero, tampoco. Se producen “movimientos” para disponer de una mejor posición sectorial, compras, fusiones, adquisiciones, expansión de medios  e infraestructuras. Nada nuevo, que no se haya producido antes o que no se vaya a producir después. Las estructuras empresariales, los fabricantes, los distribuidores y comercializadores, las marcas, por grandes y estables que sean, terminan cambiando o, incluso, desapareciendo. Otros y otras ocuparán su lugar.

En el horizonte más o menos inmediato del mercado ibérico de equipos de manutención, se vislumbran, claramente, cambios. Algunos tan relevantes que no hay parangón desde hace décadas. Marcas y empresas que cambiarán de socio para este mercado y empresas que ya no serán lo que eran hasta ahora: Dixit foro, manda el mercado.

En un escenario como este, de fuerte exigencia empresarial, con las calculadoras echando humo, los imprevistos a la orden el día y los plazos marcados en el calendario cumpliéndose desbocados, las organizaciones intentan que la “nueva normalidad” se instale cuanto antes, olvidando sin embargo y con frecuencia, algunas reglas elementales.

Y es que es en ese momento cuando debería emerger, con fuerza, la figura de un responsable de comunicación para poner en marcha un plan perfectamente y previamente trazado, que transmita hacia adentro (cliente interno, personal) y hacia afuera (clientes, proveedores, colaboradores, etc.) qué cambios sufre la organización, en qué consisten, que suponen a todos los niveles, en qué plazos y cuál es la justificación que los ha llevado a cabo y el objetivo final. Y hacerlo en tiempo y forma, pero muchas veces, muchas, no es así.

Además, mercados como el que nos ocupa tienen características a tener en cuenta, que hace aún más necesaria esa comunicación certera, abierta y puntual: mercados muy maduros, en el que sus actores (fabricantes y comercializadores) son muy conocidos y no demasiado numerosos –apenas aparece alguno nuevo muy de tarde en tarde- y sus espectadores (clientes) son perfectamente detectables, de manera que los actores saben quiénes son, dónde están, qué quieren y qué querrán.

Y así, en un entorno con unos límites tan claros y definidos, un error, una mala práctica, una falta de atención, una dilación, un alejamiento en esa comunicación del cambio, influirá en el ahora y también mucho más allá, sobre todo externamente, hipotecando quizás futuras operaciones y dando al traste con años de fidelización.

Cuando el cambio es abrupto –y más si en la ecuación hay dos o más organizaciones implicadas- no es sencillo determinar qué se comunica y cuándo, pero es mucho peor no decir nada: los rumores casi siempre llevan cargas de profundidad y los secretos a voces inexactitudes fundamentales. Aunque no se comuniquen, las cosas ocurren y “radio macuto” las trasmite. El mercado, entonces, sacará sus propias conclusiones y, quizás, ya sea tarde.

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Eduardo Escribano García Bosque
Eduardo Escribano García Bosque
17/07/2017 17:13

Me suena mucho, Ricardo.

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