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El año más caliente

Leyendo los titulares (sólo los titulares) de este y de mi anterior post, podría llegar a pensarse que ahora me dedico a otro tipo de periodismo bloguero, más carnal. Incluso alguno llegaría a pensar que le voy a alegrar el día. Nada más lejos.

En realidad el titular de esta entrada tiene que ver con algo muy prosaico, real, preocupante y nada placentero.

Desde que se tienen registros fiables y continuos, concretamente desde la segunda mitad del siglo XIX, el pasado 2016 ha sido el año más caluroso de todos. La estadística es demoledora. Y la tendencia, por desgracia, también. Pese a los “trumphosos” y a los primos de presidentes que intentan engañarnos gratuitamente, el medioambiente refleja cada vez más claramente el maltrato al que le sometemos. Los hay (científicos, no políticos) que ya hablan incluso de una cuenta atrás a un punto de no retorno, muy cercano, a partir del cual determinadas pérdidas y deterioros serán irreversibles.

Por eso, es especialmente importante la actitud y el compromiso con el entorno de algunas compañías, más aún de las más grandes por la influencia y efecto multiplicador que tienen.

Tuve ocasión de entrevistar en público la pasada semana a Miguel Ángel Miguel, director general de la Unidad de Servicios Logísticos de Mahou San Miguel, para hablar precisamente de sostenibilidad en la cadena de suministros. Y, sobre todo, me llamaron a la atención dos de sus afirmaciones, que repitió durante la charla y que demuestran claramente, en mi opinión, cuál es el camino y qué es el compromiso empresarial en este terreno: primero, que hay que creérselo; segundo, que de eso no hay que hablar “en los papeles”.

Con la primera afirmación –explicó- trataba de trasladar a quienes le escuchaban que lo más importante es la asunción del reto de ser sostenible, desde la dirección general de la compañía hasta el último empleado; desde la gestión de los recursos puramente logísticos en su caso (transporte, energías alternativas, embalajes, huella de carbono, etc.), a la puesta en valor desde la empresa de usos y costumbres para sus empleados (enseñanzas, ayudas, formación) que reduzcan tanto la “factura” energética como los índices de contaminación, volumen de residuos, etc., ya en lo profesional o lo cotidiano. Y demostró que en todos esos casos se pueden hacer muchas, muchas cosas.

Con la segunda demostraba que la sostenibilidad, conseguirla, es una cuestión de actitud y compromiso y, para nada, de marketing o presunción; que forma parte del día a día y no de una campaña puntual… Ah y que eso va a ser en poco tiempo la regla por la que midan los consumidores a las empresas, que serán o dejarán de ser si ejercen o no naturalmente su compromiso con la sostenibilidad.

No está todo perdido. Por fortuna.

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