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Jo, Papá… pero yo lo que quiero es ser logístico

Carlitos era un buen chico. Nunca se había metido en líos más allá de alguna travesura infantil, como corresponde. Era educado y, por eso, daba los buenos días o las buenas tardes –según- a los vecinos de su casa, que estaba en un barrio bien. Siempre había sido un buen estudiante y, por eso, casi nunca bajaba del notable en las notas. Ahora con el acné ya en retirada, tocaba decidir el próximo paso en sus estudios: “por supuesto estudiarás carrera”, le había dicho su padre, hacía ya muchos años. Don Carlos, como le llamaba casi todo el mundo a su progenitor, era traumatólogo, como antes lo había sido el abuelo y el padre del abuelo.

Pero ¡ay!, Carlitos –quien a pesar de sus veinte añazos no conseguía que su madre le aperara el diminutivo- estaba a punto y decidido a manchar con un borrón su inmaculada trayectoria de hijo y buen estudiante: quería ser logístico.

Su padre se lo tomó a broma en un principio y su madre le dijo “hijo, quítate eso de la cabeza” temiendo que hablara en serio. Y ya lo creo que iba en serio. Hacía tiempo que lo tenía claro. Unos ocho años antes había visitado con el cole la fábrica y el almacén de una industria de bebidas gaseosas. Y había sido el almacén y todo lo que significaba ese lugar y su funcionamiento para aquel negocio y para que llegaran las bebidas a las tiendas, lo que le había fascinado. No mucho después, lo tenía claro: quería desempeñar esa profesión, que había descubierto, no sin mucho esfuerzo, que se llamaba logística.

Su padre, furibundo, no entendía nada. Primero creyó que quería entrar en el ejército, pues a eso le sonaba la logística, sobre todo. Después, cuando Carlitos empezó a contarle lo poco que sabía, imaginó a su hijo enfundado en una mugrienta bata de trabajo moviendo cajas en un oscuro almacén “¡o peor! conduciendo un camión”, le espetó. E insistió en su discurso: “Dime ¿Conoces a alguien que se dedique a eso?” o “¿Dónde has visto tú que haya una carrera de logística, eh? Esas tareas las harán los que no sabe hacer otras cosas, vamos, digo yo. Pero tú, con tu expediente…”. Finalmente, cuando no tuvo ya más argumentos, y ante la triste mirada de la madre de Carlitos, su padre le dijo: “¿Es que te hemos hecho algo para que nos des este disgusto?”.

De nada valieron los argumentos ni el chantaje sicológico al que le sometieron; ni la comparación con su hermana, mayor que él, que estudiaba Derecho: “eso si es una carrera”, dijo don Carlos, ya sabiendo la batalla perdida. Incluso estuvo a punto de amenazarle con no sufragarle los estudios superiores, pero al final, no pudo.

Carlos –nunca más Carlitos- descubrió que sí, que había una Universidad donde podía cursar estudios superiores de logística; se matriculó, además, en varios cursos específicos y estudió nada menos que un Master, y antes de concluir la carrera ya tenía trabajo de becario en prácticas en un gran operador logístico y de ahí…

Su padre terminó reconociendo la valía de su profesión aunque aún le costaba mucho explicarles a familiares y amigos a qué se dedicaba Carlos quien, algunas veces, pensaba que si su elección profesional fue un verdadero terremoto familiar cual hubiera sido la reacción de don Carlos si le hubiera planteado su otra alternativa profesional: actor.

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JAVIER
JAVIER
03/10/2016 11:18

¡Hombre Ricardo!, Don Carlos con su cultura de traumatólogo seguramente sabrá lo que es la logística; y Carlitos, tan buen estudiante debería tener algún año menos cuando decidió ser “logístico”. La lógica y la logística no deberían esta reñidas.

María Teresa Pêrez
María Teresa Pêrez
03/10/2016 09:50

Afortunadamente hoy en dia hay bastantes Carlitos, que lejos de carreras muy chulas pero con escasas o difíciles salidas profesionales optan por la logística.

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