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¡De mierda hasta las rodillas!

Hace cuatro años, uno de los estudios más completos el genoma humano realizado hasta entonces, reveló que el ser humano y el cerdo tenían enormes similitudes genéticas, como algunos ya habían supuesto mucho antes. Para los europeos del sur y en nuestro caso para los hispanos (y ahí no hay diferencia alguna entre los ilerdenses y los gaditanos) no es una sorpresa ¿Cómo no vamos a tener mucho en común con la especie porcina, si nos deshacemos por un buen plato de jamón ibérico, pongamos por caso?

Otra cosa es cómo viven y disfrutan los gorrinos, enfangados, comiendo basura si se les ofrece y retozando en su propia inmundicia hasta las rodillas. Ah, entonces ya no evocamos la sobrasada o las costillas, más bien palpamos nuestras fosas nasales y las pinzamos para evitar que nos llegue tal imagen y el olor de la pestilencia. Y sin embargo es ahí donde tenemos más en común con los puercos.

Mis conocimientos de las culturas orientales en toda su extensión geográfica o de las africanas, no me permiten dictar una sentencia global, pero si puedo hacerlo en lo que llamamos Occidente, cuando menos Europa, las dos Américas y Australia. Ahí va: con escasísimas diferencias, a los naturales de estos lares nos encanta pasear por las cloacas y estar, como los cerdos, de mierda hasta las rodillas. Eso sí, siempre que la mierda sea la de otros.

Debería haber pedido disculpas de antemano en las primeras líneas de este comentario por su carácter escatológico. Lo hago ahora. Me ha podido la irritación.

Llevo mucho tiempo como periodista del ámbito profesional y aunque los mimbres difieran algo de la llamada prensa generalista, los cimientos son los mismos y los intereses del público lector también.

Es indiferente que publiquemos la mejor noticia empresarial o profesional que pueda darse, que desterremos crisis y elevemos las cuotas de mercado hasta lo excelente en nuestros titulares, que desvelemos una nueva, flamante y exitosa tecnología, que descubramos a los mejores de entre los mejores, que revelemos la panacea económica: nada despierta más atención que lo crítico, la catástrofe, el desastre económico, la quiebra, etc.

Una serie de TVE nos ha traído hasta nuestra sala de estar, con mucha ficción interpuesta, a la redacción y a los redactores del desaparecido periódico “El Caso”, el máximo exponente de la prensa de sucesos y, dicen, que la mejor escuela periodística que pudiera encontrarse cuando el periodismo se circunscribía al papel. Ese semanario desnudó de una vez y durante 45 años, precisamente, el interés del ser humano por la hediondez. Y no es un “caso” único. Ahí están los diarios sensacionalistas de media o toda Europa o los programas de televisión, también de toda Europa, llamados del corazón, que más parecen del intestino, salvo contadas excepciones.

Seguramente este post sea una suerte de brindis al Sol: si somos así –y así somos, no tengo la menor duda- no se puede hacer nada para cambiarnos. Es más, lo más cómodo debe ser dar a la audiencia lo que la audiencia pide. Para eso estamos. Y la prueba, la crisis de la naviera Hanjin que venimos siguiendo desde hace días. Un tema cada vez más peliagudo, del que volvemos a publicar nuevos datos este lunes 19 de septiembre. Cuando la crisis se enquiste o las noticias –buenas- digan simplemente que el conflicto puede solucionarse, dejará de tener interés o lo tendrá para unos pocos nada más.

Por pedir, que no quede: me gustaría que nos pareciéramos un poco menos a nuestros primos genéticos los cochinos o que al menos, metafóricamente, disfrutáramos tanto con el agua limpia alrededor de nuestras pantorrillas, como chapoteando en la mierda. Con perdón.

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