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Pesadilla logística

Por Ricardo J. Hernández

Imagine por un momento que prepara sus vacaciones y a la hora de renovar su fondo de armario, por aquello de los “michelines” o de la dieta de la alcachofa, en su comercio textil habitual y en el otro y en el otro, no hay mercancía. Que sí, que la habrá, pero quién sabe cuándo ni cuánta, le dicen.

Imagine que, aún así, lleva al coche al taller para una puesta a punto antes de iniciar viaje y su mecánico le comenta que no hay stock de la pieza que es necesario sustituir, que el fabricante la envío, pero que es imposible saber dónde se encuentra ni cuándo llegará.

Imagine que, de todas formas, asume el riesgo de ponerse en marcha, pongamos que camino de alguna playa y que, una vez en carretera, se detiene en una estación de servicio a repostar. Allí descubre una inmensa fila de automóviles cuyos conductores esperan, no se sabe cuánto, a que llegue el suministro de no se sabe qué carburante, que no ha estado a tiempo en el momento más necesario de la masiva salida vacacional.

Horas después, imagine, que llega al ansiado apartamento playero y tras tanta frustración, decide darse un homenaje con su familia en aquel restaurante tan agradable al borde del mar. Se sientan a la mesa y apenas lo han hecho el amable camarero les informa de que hay una importante falta de existencias y por lo tanto de platos de la carta, porque no llegaron los suministros y los que lo hicieron no pudieron bajarse de la camión o la furgoneta porque nadie previó disponer de una carretilla elevadora o una transpaleta ¡Ah! y que lo que sí tienen no lo pueden cocinar, porque son mercancías de otro negocio distribuidas aquí por error.

Imagine que, por fin, consigue algo que llevarse a la boca y algo menos hambriento pero igualmente perplejo, camina de vuelta al apartamento y lo que ve a su alrededor es un caos de protestas, automóviles parados por falta de combustible, terrazas y heladerías vacías, y colas enormes ante los pocos negocios que sí tienen suministro en el momento preciso y lugar oportuno…

E imagine que, rendido, cae en la cama y concilia a duras penas un sueño inquieto, repleto de pesadillas.

Al despertar descubre, sin embargo, que sigue en su lugar de residencia habitual y que, al parecer, todo ha sido un mal sueño. Baja risueño a la calle y compra el periódico que estaba, puntualmente, en su quiosco de siempre. Se toma un café en el bar de Manolo, donde no falta de nada. Entra en el comercio textil y se compra no uno, sino dos bañadores, que ha elegido entre docenas de modelos y le entran ganas de coger su coche y llenar el depósito en la gasolinera más próxima, aunque decide dejarlo para más tarde porque se detiene e imagina lo que su sueño le había imaginado, un mundo sin logística, y se dice a sí mismo incrédulo: “imposible”.

¿Lo imagina? Pues eso.

Feliz Verano. Volvemos en septiembre.

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Mª Teresa Pérez
Mª Teresa Pérez
18/07/2016 09:11

Muy buena la reflexión, es tan importante la logística, que no nos damos cuenta porque como funciona y tenemos los aprovisionamientos cuando, como y donde los necesitamos. Esa pesadilla que apuntas podria hacerse realidad……esperemos que no, que nuestros logísticos sigan haciendo al buena labor que hacen.

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