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Alquila, que luego ya si eso…

Por Ricardo J. Hernández

El mercado español de bienes de equipo, infraestructuras y servicios, ha sufrido una profunda transformación en los últimos años, de la que la crisis sólo ha sido responsable como “acelerante”. Me refiero al cambio de modelo de compra por el de alquiler. Del coste fijo al variable. Ha ocurrido en la maquinaria industrial, en la de obras públicas y construcción, en las naves industriales y logísticas, en las flotas de las empresas, en equipamientos como hardware y servicios como el software y, desde luego, también, en las carretillas elevadoras.

Quién te ha visto y quién te ve, podría ser el lema de este último mercado, el de los equipos de manutención, que ha cambiado tanto en las últimas dos décadas que hoy su reparto entre venta y alquiler es casi exactamente el opuesto al que era veinte años atrás. En eso también nos hemos alineado a otros mercado europeos.

Pero este advenimiento al alquiler no ha traído consigo en muchos o al menos algunos casos –los suficientes para que su efecto sea visible- las buenas prácticas que acompañan cualquier mercado. Voy a hacer de españolito (el que critica como nadie su propio país) o simplemente de notario, como prefieran, pero la realidad ¿generalizada? es que en España tenemos el mismo respeto al bien alquilado que al bien público. O sea: lo que no es de nadie –en concreto- porque su uso es público o alternativo, variable y temporal (alquiler), no merece la misma atención y cuidado que lo que sí lo es y, desde luego, mucha menos que lo que es de uso privado.

No me quiero poner estupendo, porque también hay clientes y empresas que alquilan carretillas, que saben lo que hacen y por qué, y cuidan ese bien que les proporciona lo que necesitan para su negocio. Pero es que sigo oyendo con frecuencia quejas sobre el mercado de alquiler de equipos que no se pueden obviar, algunas tan agrias que vaticinan “que esto está llegando al límite”.

Mal uso y peor cuidado de las máquinas; la increíble falta de formación oficial reconocida para los carretilleros, con lo que ello supone de riesgo, inseguridad, siniestralidad, etc.; contratos de alquiler demasiado inespecíficos que siempre favorecen al “infractor”; imposibilidad de trasladar costes por malas prácticas del bien alquilado una vez retirado; poca “cultura” de revisión de máquinas al concluir su uso, etc.

Tenemos un problema, o muchos, que por lo pronto intentaremos poner sobre la mesa –al menos a modo de temas de reflexión- en el III Encuentro Nacional del Distribuidores y Alquiladores de Carretillas Elevadoras que celebramos el próximo 18 de mayo. Pero, aunque esto pueda ser un principio, no será suficiente.

Algunos de esos problemas como el mal uso y cuidado oigo que son culturales. Desde luego que no: son de simple educación elemental. Otros, para resolverse, pasan por la unión del sector y la articulación de prácticas comunes que son muy fáciles de copiar, al alquiler de automóviles, por ejemplo. Y otros, como el carnet de operador, son de responsabilidad exclusiva de las administraciones.

Lo que no podemos permitir es que se apriete más y más la soga sobre el gaznate del alquilador, grande o pequeño, multinacional o pyme, ni seguir viendo como se alquilan carretillas desoyendo las buenas prácticas e incumpliendo las condiciones, porque es fácil y no pasa nada: Alquila, que luego ya si eso…

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