Año 1974, Troy (Ohio, EE.UU.), una pequeña localidad del Estado fronterizo con Canadá en el noreste norteamericano. En un establecimiento de la cadena Marsh, una cajera escanea unas lÃneas negras entre espacios en blanco impresos en una barrita de chicle Wrigley’s: ¡bip, bip! Ha nacido el código de barras en el retail.
Desde entonces, ese simple gesto de la cajera norteamericana se ha multiplicado y hoy se repite 5.000 millones de veces cada dÃa en todo el mundo. Lo que comenzó siendo un invento para identificar inequÃvocamente a los vagones de ferrocarril, dio el salto y encontró su verdadera y universal utilidad en la gran distribución comercial y, de ahÃ, a toda la cadena logÃstica.
Hoy, en 2014, cuarenta años después, nos parece inconcebible trabajar en la cadena de suministros sin códigos de barras, un sistema de registro, codificación y control reconocido, internacional, fiable, inequÃvoco, sencillo y homogéneo, utilizado por todos los eslabones de esa cadena. Y si los sistemas de impresión han mejorado para asegurar la claridad de los datos insertado en cada producto, la tecnologÃa de lectura no le ha ido a la zaga, permitiendo escaneos en cualquier posición y lecturas casi imposible sobre soportes a veces muy deteriorados (roturas del embalaje, humedad, etc.).
Todo se ha codificado (producto, paquete, caja, palé) y ello ha contribuido a mejorar sustancialmente la gestión de los flujos fÃsicos y económicos entre fabricantes, distribuidores y consumidores.  Unas ventajas que han traÃdo más y más necesidades de información y, con ello, otros códigos y sistemas capaces de leer y almacenar aún más datos o de formas diferentes: RFID, multifilas, Datamatrix, QR…
Esos otros sistemas de codificación y lectura, han buscado -y encontrado-, su hueco en la cada vez más compleja cadena logÃstica, con más o menos éxito, pero ninguno hasta ahora ha conseguido desbancar -si acaso compartir- la omnipresencia del conjunto de barritas negras de distinto grosor y espaciado sobre fondo blanco, para cualquier producto y en cualquier rincón del globo.
El código de barras llegó por casualidad al consumo. Lo hizo tÃmidamente (hasta la década de los 80 del siglo XX no registró su auténtico despegue) para luego quedarse, y ha cumplido ya la cuarentena como auténtico, y único, rey de la codificación. La logÃstica le debe mucho: ¡Larga vida el rey!