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Cuando el precio entra por la puerta, la calidad salta por la ventana

Permítaseme la paráfrasis para titular esta entrada al blog recordado un disco (ahora sería como una playlist) y una canción de mi juventud, de uno de mis grupos favoritos en aquellos años –El Último de la Fila–, lo que me delata en más de un sentido. Pero la formulación con palabras distintas de esta idea hace referencia a un mantra que se viene repitiendo y venimos escuchando en distintos encuentros y foros profesionales, a pesar de que los rigores de la recesión parecen olvidarse: que el precio manda sobre cualquier otro factor, por más que se diga lo contrario y en detrimento de la calidad del resultado final.

Se habla de valor añadido, de prestaciones técnicas, mejoras en eficiencia energética, sencillez de uso e instalación…, pero como señalaba un instalador de Zaragoza, Jesús Celorrio, en una reciente mesa redonda organizada por Cuadernos de Material Eléctrico, “en muchas ocasiones, el material más barato es el que acaba instalándose en la obra”, al margen de otros argumentos. Y esto suele valer para proyectos de iluminación, pequeño material para residencial, dispositivos para cuadros eléctricos y muy especialmente en equipamientos para las administraciones públicas (tan rigurosas con los dineros), con la salvedad quizás del entorno industrial, donde los clientes analizan de manera exhaustiva la calidad de la tecnología y las características técnicas de un equipo antes de instalarlo.

Nos hemos habituado en amplias capas del sector de material eléctrico a un ecosistema low cost donde cuando el precio entra en la negociación la calidad acaba diluyéndose; pero, si miramos a otros ámbitos, a nadie le sorprende que se pague un elevado precio por el último gadget tecnológico (sea una tablet o smartphone de marca o el más novedoso reloj smart) o un vehículo con los más recientes avances; conozco incluso a amigos y conocidos que abonan sin pestañear 60 o 70 euros por una botella de vino de una buena añada, o bien se puede ver cómo un ron o ginebra de moda llega a alcanzar cotas de precio insospechadas a medida que se vuelven más premium.

Sin embargo, muy posiblemente, esas mismas personas tratan de pagar el precio más reducido por aparatos o sistemas que están presentes de forma continua en edificios, oficinas, viviendas e incluso centros de organismos públicos, sin importar que estamos hablando de equipamientos que nos deberían hacer la vida más cómoda y el trabajo más productivo. Incorporar tecnología de calidad y, sobre todo, el conocimiento de las soluciones y el saber hacer en la instalación y puesta en marcha de los equipos también valen dinero.

Por ello, hay que seguir defendiendo de forma muy activa que es preciso poner en valor la mano de obra y lo que se viene llamando pomposamente know-how, la experiencia en determinada actividad, la asesoría técnica, la especialización y el soporte de calidad; desde un estudio técnico pormenorizado en un proyecto de alumbrado hasta el diseño de una solución llave en mano con los productos más avanzados para el sector terciario, pasando por la reforma integral en una vivienda.

No deberíamos acostumbrarnos a este estado de las cosas y hemos de tratar de vencer esta inercia que nos ha dejado el periodo de crisis, pues el precio no debería ser el principal argumento.

Como se acercan las vacaciones del periodo estival, les dejo mi recomendación de lectura para este verano: el escritor francés Pierre Lemaitre; si no han leído nada de su obra todavía, pueden comenzar por una novela negra como “Vestido de novia”, o la excelente “Nos vemos allá arriba”. ¡Que disfruten de un merecido descanso!

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