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Información vs propaganda

Las sociedades democráticas se diferencian de los regímenes totalitarios entre otros detalles porque en las primeras circula libremente la información y en las segundas la propaganda. Y para los que todavía no hayan caído, les diré que la información se diferencia de la propaganda, entre otros detalles, porque la primera es transparente, fluye de diferentes fuentes, se puede contrastar y transmite conocimiento. La propaganda, no, fluye de una sola fuente, es tendenciosa y transmite adoctrinamiento.

No siempre es fácil distinguir una de otra, más si ambas conviven en un régimen democrático. Más si la segunda cuenta con la complicidad de los llamados medios de comunicación. Pero parece que es lo que se está poniendo de moda. Si el presidente del gobierno ha sido capaz de convocar una rueda de prensa sin preguntas y, rizando el rizo, una rueda de prensa sin preguntas y por pantalla de plasma, no hay que sorprenderse demasiado si una empresa convoca a sus proveedores para transmitirles su plan de acción y no admite preguntas de los asistentes. Tampoco, que una entidad vete a un medio de comunicación que considera incómodo y quiera presumir de abierta y transparente.

El fondo de todo esto es que no se admite la crítica, o sí, pero siempre que se haga a los demás. Un presidente de empresarios, cuando todavía lo era, se atrevió a decir que había que suspender el libre mercado de forma temporal. Pues parecido, viva la libertad de expresión, viva la crítica, viva la información, pero que vivan lejos. Aquí y ahora algunos añoran los tiempos del No-Do, las notas de prensa, las declaraciones solemnes sin preguntas incómodas, las entrevistas en las que se pactan las preguntas y las respuestas, en suma, la propaganda.

No es verdad que la información sea gratis, que toda se encuentra en internet o que periodista puede ser cualquiera. El análisis, la valoración, los datos sobre los que se sustentan las opiniones, el mantenimiento de los contactos, la investigación de los hechos, etc. requieren un trabajo y una dedicación que debe ser remunerada para ser sostenible. Podemos preguntar quién tiene que pagarla, el lector, la publicidad convencional, el patrocinio… Mi respuesta es que la debe pagar quien quiera tenerla y que tiene más valor según sea exclusiva, prioritaria, segmentada y, por supuesto, fiable.

La información puede ser incómoda, pero si es veraz, contribuye al mantenimiento de las sociedades libres. La propaganda puede ser cómoda, pero es perniciosa, adormece  las conciencias y socava la capacidad de raciocinio y de toma de decisiones.

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