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Gravar con impuestos los pedos de las vacas danesas es ético

El Consejo de Ética de Dinamarca ha declarado que el cambio climático es una cuestión ética, y dado que no se puede delegar en los consumidores la responsabilidad de variar su alimentación para luchar contra el efecto invernadero por vía de una reducción del consumo de carne, que reduciría a su vez el número de ganado vacuno, que reduciría a su vez el volumen de gas metano originado en las flatulencias vacunas, resulta ético gravar la carne de estos animales con un impuesto que penalice su consumo, por lo que así lo ha propuesto al Parlamento del país nórdico (siento si te has ahogado o te has perdido por el camino, pero no he sido capaz de explicar todo el hilo argumental del citado Consejo Ético con menos subordinadas).

Dinamarca tiene fama de país ecuánime, ponderado, cabal y equilibrado en sus decisiones. Más aún, es el país que todos nuestros políticos parecen mirar con admiración, además de seguir con devoción (al igual que yo) la serie Borgen. Sean del partido que sean, resulta tan machacante la obsesión que tienen de ponernos como ejemplo alguna ley danesa o determinados modos de organizar la sociedad en ese país, que he llegado a preguntarme por qué no pedimos directamente todos los españoles la doble nacionalidad y así acabamos antes.

Así, pertenecer a un Consejo de Ética de un país reconocido en el ámbito internacional precisamente por ser de los más éticos del mundo sin duda sitúa a sus integrantes en la élite de la ‘Ética Mundial’. Y sin embargo, ante esta decisión, yo me pregunto humildemente… ¿realmente competen a la ética los pedos de las vacas?

La respuesta al parecer es sí. Y no sólo eso. Éste sería tan sólo un primer paso, ya que su propuesta implicaría en un futuro analizar todos los alimentos, calcular cuánto metano o gases nocivos genera la ingesta y digestión de cada uno de ellos y gravarlos proporcionalmente.

Más allá de lo cárnico, que me afecta directamente en lo profesional, esto plantea un inicio de escenario en el que me preocupa que éste afán ecológico-recaudatorio se traslade a las ventosidades humanas.

  1. Por ejemplo, yo, que soy guipuzcoano y gran defensor de las alubiadas (de Tolosa, por supuesto) entre amigos…  ¿Tendré que declarar en el IRPF a cuántas he asistido al cabo del año y pagar en consecuencia?
  2. ¿O lo que se gravará es su producción e indirectamente su precio?
  3. ¿Cuánto metano incluye una flatulencia de cada legumbre?
  4. Y si hay diferencias… ¿El impuesto de la fabada será mayor que el del garbanzo pedrosillano?
  5. ¿Se castigará penalmente a quien supere las 10 coliflores anuales?

Ahora, de manera un poco más seria:

  1.  ¿Realmente es ético poner un impuesto ambiental a  los alimentos?
  2. ¿O es que estamos hablando de gravar la carne de vacuno y del resto ya se verá?
  3.  Más aún, ¿qué pasa con ese dinero? ¿A qué se dedicará?
  4. ¿Y si la sociedad danesa decide que sigue comiendo carne de vacuno pese al sobrecoste?
  5. ¿Se pondrán en marcha otras medidas? Porque de no ser así quizá parecería que se trata tan sólo de poner una excusa para sacar dinero al contribuyente…

Puestos a proponer medidas para reducir el número de reses vacunas yo voy a proponer una: Se cuenta el número de vacas de cada granja y se le da a cada granjero medio milloncito de euros por cada animal que sacrifique y no reponga. Apuesto a que por esa cantidad eliminan todos y no les importará pasar inspecciones anuales que certifiquen que su número de vacas sigue siendo cero.

Es una solución que acaba con el flatulento problema y que también implica el movimiento de dinero, bien es verdad que en una dirección distinta. Pero dado que se trataba de un problema de valores, no creo que la ética tenga nada que decir con que la opción elegida sea convertir en millonarios a nuestros productores dado que además, en este caso, sí quedaría claro dónde acaba el dinero.

 

¿Realmente competen a la ética los pedos de las vacas?

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Alejandro Vicente
Alejandro Vicente
02/06/2016 05:14

La industria tiene que darse cuenta que cada vez más gente piensa así, y no solo en Dinamarca, también en España. Estos activistas (veganos, etc.) suelen ser muy radicales y dinámicos, y están creando tendencia: “comer carne no solo es malo para la salud, sino que da lugar al maltrato de los animales, contamina y favorece el cambio climático”. A ver cómo lidiamos contra esto!

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