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Transparencia y seguridad alimentaria: ¿buena o mala?

He intentado encontrar una definición de ‘transparencia’ desde el punto de vista político y como siempre he terminado en la Wikipedia: “En materia política o económica, la transparencia se refiere al conocimiento profundo y detallado de las decisiones y resoluciones y reglamentaciones tomadas por las administraciones y por los poderes del Estado, así como de sus motivaciones y justificaciones…”.

En este blog quiero reflexionar sobre la transparencia como herramienta útil para las autoridades responsables de la seguridad alimentaria y, aunque parezca paradójico, también para la industria agroalimentaria, y no quiero que mis reflexiones sean solo legales o jurídicas.

En mi experiencia, el uso correcto de la transparencia ha ayudado a desarrollar políticas de seguridad alimentaria sin tener que usar instrumentos legales, y a progresar que algunos sectores agroalimentarios tomen la responsabilidad de desarrollar intervenciones para asegurar la inocuidad de los alimentos.

Pero en ocasiones, como funcionario te sientes rehén de la transparencia que te exigen las reglas del sector público, por ejemplo, cuando tienes que buscar información sobre un riesgo emergente y hay que publicar los resultados cuando aún hay lagunas sobre la severidad o no del peligro; o cuando necesitarías datos que sabes que la industria alimentaria tiene y no están por la labor de compartir porque saben que en las manos de un organismo del gobierno pudieran hacerse públicos.

Está claro que ser transparente y sujeto a leyes y normas que por defecto consideran público todo lo que haces, incluyendo tus correos electrónicos, notas de reuniones, etc., excepto asuntos o datos relacionados con asuntos comercialmente sensibles, la seguridad del estado, etc., no es sencillo.

Una cosa que siempre me ha llamado la atención es la resistencia que algunos tienen a que se publiquen los resultados de los controles oficiales de alimentos. Todavía recuerdo como en una conferencia después de hacer una ponencia, en la sesión de preguntas y respuestas una funcionaria pública comento que “el nivel de transparencia que había presentado era inaceptable”. Ahí me di cuenta de la necesidad de un cambio de mentalidad.

Los controles oficiales que hacemos los organismos públicos son para verificar si los negocios relacionados con la alimentación cumplen o no con las leyes y normas y proporcionar a los consumidores esa información para que puedan hacer una valoración de su confianza en el sector, conozcan el nivel de cumplimento con las normas y puedan tomar sus propias decisiones.

Un ejemplo es la puntuación que reciben bares, restaurantes, cafeterías, tiendas de alimentación o supermercados después de la inspección de sanidad y que se refleja en una puntuación del 0 (peor puntuación) al 5 (muy buenos niveles de higiene) y que el resultado se puede leer en una página de internet, a través de una aplicación de móvil, o verse en una pegatina a la entrada del establecimiento.

Además, no debemos olvidar que los controles oficiales los pagan los ciudadanos a través de sus impuestos y están ahí para ellos, y tienen el derecho de conocer los resultados de esos controles oficiales.

Entonces, ¿es buena la transparencia o no? Pues definitivamente creo que sí y, a pesar de las dificultades, los que trabajamos en organismos públicos debemos ser y tener una actitud positiva respecto a la transparencia.

En ocasiones la industria agroalimentaria se ha quejado de nuestra transparencia. Lo cierto es que cuando hay una crisis alimentaria o una noticia sensacionalista en los medios de comunicación, la industria agroalimentaria honesta y cumplidora con las normas (que por cierto son la inmensa mayoría) llama a la puerta del organismo oficial para que proporcione información ‘transparente’ y poner la crisis en un contexto proporcional al riesgo, y evitar el pánico y de este modo devolver la confianza a los consumidores.

¿Y por qué es así? Pues porque la trasparencia es lo que ayuda a crear un clima de confianza y respeto entre los ciudadanos hacia los organismos públicos, y es exactamente eso lo que ayuda en periodos de calma y también en los de crisis, a que los consumidores confíen en los consejos y recomendaciones que vienen de la administración pública, y de este modo también confíen en el buen hacer de la industria agroalimentaria (o cualquier otro sector).

En mi opinión y para concluir, la transparencia ‘real’ es beneficiosa para todos: para los ciudadanos, la industria agroalimentaria y para el sector público.

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13/03/2018 12:41

[…] posible para que así ellos puedan tomar las decisiones de compra que crean más adecuadas. Uno de mis post anteriores sobre seguridad alimentaria y transparencia hace referencia a este […]

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