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Las reglas del comercio y la Ley del Talión

Por Javier BarrioDirector comercial del área de Ferretería y Bricolaje

En idioma acadio y sobre piedra cinceló el rey babilonio Hammurabi uno de los primeros códigos de leyes de la historia. Hace de ello casi cuatro milenios y ya dedicaba un apartado a la regulación de las relaciones comerciales. Éstas siguen manga por hombro a fecha de hoy; la globalización, la naturaleza predadora del capitalismo imperante y la falta de acuerdos planetarios para la moderación de estas transacciones no augura mejora a corto plazo. El pasado 17 de junio en Bruselas se presentó una Coalición Contra el Comercio Ilícito –en inglés CAIT– para luchar contra las falsificaciones y el contrabando a nivel internacional. Parece ser que semejantes prácticas le cuestan 1 billón de dólares a la economía del planeta y también 1 millón de puestos de trabajo. Además “los productos no seguros ni homologados” –en nuestro sector sabemos mucho de esto- “ponen en riesgo a los consumidores de todo el mundo y privan a los gobiernos de forma sistemática de percibir cientos de miles de millones en forma de ingresos tributarios”. No somos de las industrias más afectadas ya que son los productos con un mayor valor añadido los más propicios para la copia y falsificación, pero siempre me acuerdo de las ganas que le pone la empresa alicantina Rolser cuando se trata de denunciar el género no homologado y proteger sus diferentes gamas.

La iniciativa de la Coalición es loable pero sesgada y parcial. Sólo una política que abarque todos las caras del poliedro podría acercar un comercio mejor y más justo. Desde la extracción de las materias primas a la producción, desde el traslado de las mercancías a los aspectos recaudatorios; sin olvidar la reutilización y reciclaje de los productos. Basta con recordar en alto algunas frases y con enunciar varias preguntas para darnos cuenta de la magnitud del rompecabezas. Verán cómo conseguimos ir bajando desde el ámbito planetario al local. ¿Qué pasa con las empresas que siguen utilizando en la producción mano de obra infantil o cuasi esclava? ¿Y con los irregulares acuerdos arancelarios entre países? ¿No deberían tributar todas las empresas dónde facturan? ¿No deberían dejar de ser nuestros  estados –tan paternalistas en cuestión de seguridad vial- los primeros y principales morosos? ¿Por qué los distribuidores franceses y alemanes pagan con tanto retraso en España si en su países su comportamiento es ejemplar? ¿Para qué tanta legislación sin inspección? ¿Por qué hay enseñas que han tenido que plegar velas en el sur de España ante la imposibilidad de trabajar con dinero transparente?¿Por qué los bolsillos de muchos empresarios siguen estando repletos de fajos de dinero negro?

Para acabar ¿De verdad quieren las élites extractivas un comercio más justo?

Según escribo este post me llega la noticia de que han desarticulado una trama que ha blanqueado en España 250 millones de euros a través de bazares chinos y que la aduana de Valencia está involucrada. Esa aduana que baja la barrera a muchos contenedores legales cuando no cuenta con amigos untados entre los funcionarios; era vox populi.

Hammurabi y su código tiraban muchas veces de la Ley del Talión –la del ojo por ojo y diente por diente-. Quizá en estos asuntos comerciales, menos cruentos, podíamos volver a ponerla en práctica.

Si se atreven a desafiar la canícula madrileña pueden acercarse al restaurante Paulino de Quevedo; un decorado rural en el centro de la ciudad. Estupenda cocina y muy buena relación calidad/precio. Volvemos en septiembre; feliz verano.

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