Cada vez que viajo a Portugal o tengo contacto profesional con portugueses en España me quedo con un cierto regustillo agridulce.
Lo dulce, lo positivo, es la formalidad y profesionalidad que demuestran en el trabajo. Y aunque sea generalizar y, por tanto, otros habrá que hayan tenido diferentes experiencias, es un placer tratar con ellos.
¡Qué no son la alegría de la huerta! Otra generalización. Pero… ¿Y qué?
La parte amarga es la sensación que siempre me queda de que los españoles les ignoramos. Y es más que una sensación. A los hechos me remito. Repase las noticias de hoy, de esta semana, de este mes,… y compruebe cuántas hacen referencia a nuestros vecinos. Busque… busque… y compare con la cantidad de ellas sobre el resto de países europeos y no europeos. No valen las que tienen que ver con el delantero del Real Madrid.
En sus periódicos hay unas cuantas más sobre nosotros. Lo acabo de comprobar.
¿Conocemos realmente a nuestros vecinos?
Haga análisis de conciencia, y con sinceridad… ¿Es capaz de decirme sin buscar en Google quién es su actual primer ministro? ¿Partido o coalición en el gobierno? Y si usted es de los que conocen la respuesta ¿Cuántas personas a su alrededor podrían contestar? Ignoramos mucho del Portugal actual.
Haga una prueba: pida a un niño que pinte el mapa de España ¡Curioso! Pintará el de la península Ibérica incluyendo Portugal, como “algo” que está ahí. Como si fuera nuestro patio trasero, que sabemos que existe, pero al que no prestamos atención porque nos centramos en poner bonito el delantero.
Por su parte, los portugueses –generalizando de nuevo- nos miran con cariño, pero con una cierta resignación. Se esfuerzan en hablar castellano para hacer negocios. Porque cuando nosotros vamos para allá esperamos que nos entiendan con tan solo hablar castellano un poco más despacito.
No hace mucho alabándole su perfecto español a un cliente portugués me contestó con un cierto retintín: “es que nosotros nos esforzamos”.
Portugal mantiene una relación comercial estrecha con Inglaterra -la más antigua del mundo- aún en vigor: “la alianza anglo-portuguesa”, firmada en 1373, que hace que ellos estén más próximos emocionalmente a los británicos que a los españoles.
Por otra parte, y aunque no son pocas las empresas y multinacionales con su sede ibérica en Madrid, no debemos olvidar otras muchas compañías y grupos portugueses, unos cuantos en el negocio logístico, con filial en España.
Lo que no se conoce no se puede amar
Porque ni haber compartido tanta historia y habernos enfrentado en guerras, nos hace verles… ni siquiera con resquemor. A excepción de los habitantes de los pueblos y comarcas fronterizas, para el resto de españoles los portugueses son casi transparentes.
Cada vez más hay destinos vacacionales portugueses deseados por españoles: las playas del Algarve, la riqueza histórica de la antigua y señorial Lisboa, la bonita Oporto y sus bodegas… Pero no percibo que cale el cariño a sus gentes.
Sinceramente no sé a qué achacarlo. ¿Dejadez o falta de interés en los medios y en los políticos? ¿Pero esto no es consecuencia de lo que los ciudadanos sienten y demandan? Lo que no se conoce no se puede amar.
Desde aquí un muy cariñoso saludo a nuestros vecinos.






