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De tal palo mejor astilla

Hemos escuchado multitud de casos de empresarios de éxito cuyos orígenes humildes pasaron por diferentes puestos inferiores en la compañía. Hombres y mujeres que acaban desempeñando cargos de responsabilidad o fundando emporios a partir de sueños. Steve Jobs diseñaba sus primeros ordenadores Apple en un garaje, Amancio Ortega y su mujer Rosalía Mera dieron las primeras puntadas al holding Inditex cosiendo batas en un piso, un joven sueco de 17 años vendía cerillas a domicilio antes de fundar IKEA, la caridad de los gobiernos subvencionaron el proyecto de crear WhastApp, Starbucks emerge de los suburbios de Brooklyn y, la china Zhang Xin, ejecutiva número 1 de Goldman Sachs, nunca fue a la escuela. Incluso famosos como Oprah Winfrey, Daniel Craig y nuestro Banderas tuvieron comienzos casi miserables.
Historias de emprendedores hechos a sí mismos que han alcanzado una cima empresarial impensable en la niñez. Ya no hay casta que valga, los estamentos medievales hace tiempo que desaparecieron y las castas de los Brāhmanes, Chatrías y Vaishias compiten en el libre mercado. Avanzamos a una sociedad en la que todos deberíamos jugar con las mismas oportunidades. Porque hoy las diferencias sociales en Occidente las marcan las desigualdades económicas. Y ya sabemos que la lucha de clases es el motor de la historia.
Hace días me encontraba en la cima de un lujoso edificio modernista de la Gran Vía madrileña en la última presentación de Robert Bosch, empresa alemana proveedora para la industria de automoción referente en el sector, mientras a pie de calle y a escasos metros se producía una manifestación de los sindicatos taxistas contraria a las emergentes plataformas Uber y Cabify.
Al final de la conferencia, un compañero preguntó a Javier González Pareja, presidente de Bosch para España y Portugal, sobre la tecnología innovadora en cuanto a movilidad y sus aplicaciones para coches autónomos y transporte en ciudad. Micrófono en mano, el directivo contestó a la interpelación con sumo afecto hacía el gremio y, antes de las pertinentes especificaciones técnicas, confesó ser hijo de taxistas y haber ejercido la profesión durante cinco años en sus comienzos.
La anécdota avivó la rueda de prensa. Un ejecutivo de éxito que desde las alturas exponía los beneficios de la multinacional y confesaba haber saltado la estratificación social a la que un día perteneció. Un episodio que seguro le formó para atender la jerarquía requerida por su empresa desde la tolerancia. De tal palo, mejor astilla aún.
Ya finalizado el evento y de regreso a la redacción, pensaba en todo esto. Mientras salvaba el atasco de la concentración de taxis con mi motocicleta…

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