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De burgos y ferias

Por Aitor Peña

Por si no tuviese uno suficiente en la vida, me toca repasar con uno de mis hijos el tema que debía examinarse este lunes. Tras un fin de semana repleto de playstation, canal+, Instagram y demás invenciones tecnológicas me puse la tarde del domingo a repasar historia con el zagal. Esta vez tocaba la Plena Edad Media, un periodo histórico que yo recordaba oscuro, frío e inquisitorial pero que ahora me lo encontraba como una época llena de esplendor, con un enorme desarrollo económico y social.  Un medievo climatológicamente favorable que produjo un incremento de la agricultura  y provocó un traslado  hacía las ciudades abandonadas. Surgiendo así una nueva clase social de artesanos arremolinados en torno al Burgo, dando origen a la burguesía que ha llegado a nuestros días.

Aquella demanda de productos artesanales favoreció el comercio, las rutas comerciales y las ferias. Concepto el de feria que se ha mantenido intacto hasta nuestros días -y no como espacio repleto de cacharritos mortíferos donde los adolescentes se cuelgan boca abajo- sino cómo confluencia organizada de numerosos mercaderes en una localidad cuya geografía representase ventaja para establecer tratos comerciales.

Y no es ningún secreto porque hasta Wikipedia nos informa de autoridades locales que en aquellos siglos XIII y XVI ya concedían protección física, garantías económicas y hasta rebaja de impuestos. Vamos, los mismos enjuagues actuales de nuestras administraciones con Fira de Barcelona, Ifema, el BEC, Fires de Valencia, Zaragoza… y otras ferias municipales, provinciales, regionales y hasta comarcales.

Quizás, enmascarada por la tan mentada “crisis” en los últimos tiempos estos encuentros comerciales han visto, en algunos casos, reducido sus espacios respecto a ediciones anteriores. Datos más o menos maleables pero que no convencen a nadie. Y en otras ocasiones, han sido los expositores amigos aquellos que por diversos motivos –internet y otras vías de comunicación –han convenido desistir. Pero esta falta de apoyo no ha inclinado la balanza hacía un mejor trato de los expositores, fieles clientes, sino más bien a cubrir este déficit con tarifas abusivas y otros pluses. El desembarco del material, los horarios de descarga, la altura, la moqueta, el wifi, los enchufes, los datos, pases…  En fin, negocios  engordados por los consorcios de diversas administraciones para fines políticos.

Desde Cuadernos de Neumáticos, como medio de comunicación, nos alineamos con todas las ferias y encuentros profesionales, y de esta manera contribuimos a dinamizar los sectores que conocemos. Pero también nos debemos a escribir que estas prácticas feudales vuelven a estar de moda.

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