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La marca del accidente

Por Aitor Peña
Cualquier estudiante de marketing conoce la importancia del branding: un producto sin marca no se vende. Su posicionamiento frente a la competencia supone un coste a la compañía, una diferenciación a partir de los intangibles donde invertir para alcanzar el deseado posicionamiento. Conceptos como pasión, ilusión y seguridad son los que tienen un mayor gasto publicitario. Su objetivo, que el cliente reciba una óptima percepción mental de la marca.

Y en atributos de esta índole debería estar pensando en la madrugada de hace dos domingos. Camino a una de las carreras en las que me inscribo, esta vez un duatlón cross (carrera-bici-carrera en montaña) rodaba en mi bicicleta MTB hacía la salida de la prueba cuando un coche salió de la nada para llevarme por delante.  Yo pedaleaba cuesta abajo y no pude evitar arrollar al coche que reculaba para aparcar en una maniobra prohibida. Todo ocurrió demasiado rápido, y cuando me di cuenta ya había atravesado la luna trasera del vehículo. Pronto llegaron los municipales, guardia civil, asistencias médicas, y me rescataron del interior del maletero.
El conductor era joven e inexperto, y reconoció que además iba con prisa también a la carrera. Pero en mi cabeza giraban las causas que podían haber ocasionado la colisión; el rocío matutino, un neumático desinflado, los frenos bloqueados o los tacos desgastados… Recapacitaba sobre cualquier marca que hubiese podido quedar manifiesta mientras me trasladaba el Samur al centro médico.
Ya en el hospital las pruebas clínicas certificaron que no sufría nada grave, el TAC perfecto y ninguna lesión ósea de importancia, solo unos pequeños cristales  en la mano y una contusión en el pómulo que se acabó por tornar morado y que aún marca el perfil izquierdo de mi rostro. Bueno, y la correspondiente reprimenda de mi mujer, que si ya no tengo 20 años, los peligros del ciclismo, que qué me creo con determinados excesos deportivos….
Al final no pude correr la prueba y todo quedó en un par de días con analgésicos en casa. A la semana y ya recuperado fui a ver la bicicleta que encontré sorprendentemente en buen estado. Por seguridad la llevé a mi taller de confianza para una revisión  y aún con el miedo del accidente en el cuerpo le pedí:
– Cámbiame los neumáticos, pero ponme unos Michelin… ¡Por si acaso!
Y es que cuando abrazamos la responsabilidad y la prudencia no solemos escatimar en fiabilidad. ¡Cosas de marcas!
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